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Claudia Korol - La Educación Popular en Juego Imprimir E-Mail

 
¿Qué lugar tiene el juego en las experiencias de educación popular?
¿Qué juegos tienen lugar en las experiencias de educación popular?
¿A qué jugamos y a qué nos jugamos?
¿Cuándo jugamos?
¿Cuál es el tiempo libre de quienes no tienen trabajo?
¿A qué jugamos cuando cortamos una ruta, o cuando ocupamos una empresa?
¿Quién pone las reglas del juego? ¿Quiénes las aceptan? ¿Quiénes las cambian?
 
Estas y otras preguntas nos planteamos en nuestra experiencia cotidiana, desarrollada desde la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, en contacto con numerosos movimientos populares, de trabajadores desocupados, de jóvenes, de estudiantes y de docentes.
Nos hacemos estas y otras preguntas, desde la perspectiva que surge de nuestra práctica, de nuestros esfuerzos por desarrollar la educación popular, como parte de las búsqueda de los movimientos populares de construir una perspectiva de emancipación. Educación popular que intenta aportar, desde la dimensión pedagógica, a fortalecer las resistencias y los proyectos de creación de alternativas de poder popular.
En estos desafíos nos jugamos, y al hacerlo en un tiempo en el que vuelven a despertar miles de hombres y mujeres a la aventura de protagonizar su propia historia, un tiempo en el que miles de hombres y mujeres, niños y niñas, se permiten la creatividad de cambiar las reglas del juego o al menos de cuestionarlas, nos sentimos ante la obligación de lograr que nuestro aporte sea lo más profundo y creativo, para que acompañe los procesos políticos y organizativos, con la formación de hombres y mujeres nuevos y nuevas, que impulsen la batalla contra todo tipo de explotación, dominación y alienación promovidos por el capitalismo.
Es en el tema de la batalla contra la alienación, en donde reconocemos el cruce de nuestra experiencia, con la de compañeros que trabajan en otros campos, como el de la salud mental, o el de la recreación.
El capitalismo en esta etapa ha incrementado hasta niveles altísimos los niveles de alienación, agregando a los mecanismos de enajenación propios de la explotación capitalista, los que producen la exclusión de la producción, el consumo, la educación y la recreación.
Si la enajenación conduce al trabajador a no identificarse en el producto de su trabajo, la desocupación incrementa esta situación al impedir que se realice el proceso productivo. En este contexto se alteran las nociones de tiempo de trabajo y de tiempo libre. Nadie podría considerar que la jornada del trabajador desocupado, buscando o no la posibilidad de volver a producir, es tiempo libre. Es, por el contrario, tiempo de máxima alienación, de máxima enajenación. La crisis de identidad, la depresión, la desestructuración de los lazos familiares, son consecuencia de esas jornadas de no trabajo.
Frente a esto, los movimientos populares están poniendo en juego sus saberes, y reinventan tanto el trabajo como el tiempo libre. Ocupan empresas, crean huertas, panaderías, comedores. Cortan rutas. Se cubren el rostro. Queman gomas. Se rebelan. Se juegan.
¿Cuánto de juego hay en la ronda de las Madres de Plaza de Mayo? Ronda redonda de la libertad. Ronda que desafió el miedo y el inmovilismo, en los momentos más duros de nuestra historia.
¿Cuánto de juego hay en los rostros tapados de los piqueteros? Juego de escondidas en el pueblo y un piedra libre que libera piedras y fuegos contra los que impusieron las reglas del juego, negándolos en su condición de trabajadores.
¿Cuánto de juego hay una cacerola vacía o en un escrache, amenazando a presidentes, jueces, diputados, senadores, represores, torturadores?
 
Los procesos de educación popular intentan fortalecer esa manera de jugarse. Y para hacerlo
debe tener un fuerte tono liberador, desalienante. Jugar y jugarse, pueden ser dos caras de la misma búsqueda. Adelantar en el juego las vivencias de otras formas de ejercer nuestras relaciones individuales y sociales. Jugar a la recuperación de la identidad agredida por la cultura colonizadora. Jugar al encuentro de la educación, la resistencia, y la alegría, la esperanza, como necesidades ontológicas del ser humano; son posibilidades que se plantean para estas búsquedas.
En este contexto, la educación popular pone en juego su acumulación previa, y tiene que abrirse a integrar nuevas dimensiones que son parte indisoluble de la vida cotidiana, espacio en el que se forjan valores y se va construyendo una nueva cultura contrahegemónica.
Como parte de este desafío, nos encontramos con la necesidad y la posibilidad de integrar de una manera más clara la experiencia y acumulación realizada por quienes trabajan en el campo de la recreación. Nos referimos a revalorizar, en las prácticas de educación popular, la dimensión lúdica de las experiencias de lucha. A fortalecer, desde esta perspectiva, las búsquedas de autonomía, la imaginación, el protagonismo de hombres y mujeres como sujetos de la historia, y la posibilidad de salirse de las reglas del juego impuestas por la dominación, para crear y construir colectivamente, como parte de nuestros saberes y prácticas, otros juegos.
La educación popular tiene como punto de partida las prácticas sociales históricas acumuladas en las luchas emancipatorias. Requiere, además, como herramienta liberadora, un diálogo con el conjunto de las ciencias sociales, experiencias formativas y visiones del mundo que busquen aproximar aportes que sostengan la lucha contra las diversas formas de explotación y de alienación inherentes al capitalismo. Diálogo teórico y práctico, realizado en el medio de las luchas, construcciones y búsquedas de los sectores populares.
La batalla contra la alienación implica la promoción de una praxis histórica que permita a los movimientos populares identificar lo que existe de conciencia opresora y de prácticas de dominación, no sólo en el campo del enemigo, sino también la que existe introyectada en los propios movimientos, tanto a nivel colectivo como individual.
El reconocimiento de estas situaciones trae aparejado dolor, desestructuración, sufrimientos. En nuestra experiencia, la posibilidad del juego, fortalece la capacidad para asumir estos cambios, tanto por lo que puede significar de “alivio” de las tensiones grupales, como por el estímulo que significan algunos juegos para el desarrollo de la espontaneidad y de la creatividad. El juego, como parte de la experiencia de educación popular, permite vivenciar situaciones difíciles de imaginar por las múltiples represiones que bloquean la capacidad de desear. Ayuda también a poner el cuerpo en diferentes situaciones, y al hacerlo trabajar en su desinhibición, creando una práctica que es simultáneamente, formación de pensamientos y sentimientos, de sueños y de actos.
Estamos creyendo en la necesidad de integrar, en el proceso de formación, al ser humano en su totalidad, luchando contra las fragmentaciones entre el pensar y el hacer, o entre el pensar y el sentir, promovidos por la pedagogía racionalista y por la cultura neoliberal. Es también recuperar el momento del juego, como formación, como crecimiento colectivo y como dimensión pedagógica, en las prácticas políticas y organizativas.
La última reflexión tiene que ver con la ampliación inmensa del campo del juego, en las horas actuales de rebelión de los sentidos. Por ello queremos multiplicar sin prejuicios  nuestro diálogo y nuestra capacidad de acción común, entendiendo que es una necesidad de los movimientos populares y de quienes consideramos que todas las energías que podamos poner en juego son insuficientes ante la posibilidad de imaginar y crear otro mundo, de recuperar, junto a las fábricas, y al trabajo, nuestras propias vidas, y a hacer de ellas, el juego de la creación común, de la justicia, de la dignidad y de la libertad.

 
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