24 de marzo |
por Martina Prina
Se acerca el 24 de marzo, fecha que nos convoca a recordar, a repensar nuestra historia, nuestro presente, los procesos que se iniciaron con la dictadura y que siguen vigentes, a pesar de la institucionalidad democrática que tenemos hace 25 años. Se trata también de una excusa para reflexionar, a partir de ello, acerca de nuestras luchas, para seguir trazando puentes entre las luchas de ayer y de hoy.
Desde Pañuelos en Rebeldía concebimos la educación popular como una herramienta para la transformación de la realidad, como una práctica político-pedagógica que apunta a ir rompiendo con las condiciones de opresión y explotación inherentes al sistema capitalista y patriarcal. Pensamos la educación popular como una pedagogía de la pregunta, que parte de lo cotidiano, de las propias prácticas, de la subjetividad para, desde allí, ir construyendo colectivamente una visión crítica, problematizadora de la realidad, y aportar a una praxis revolucionaria. En los procesos de formación que realizamos en Pañuelos, junto a militantes de movimientos sociales y agrupaciones culturales, ambientalistas, de género y otras que luchan contra las distintas opresiones, trabajamos con la resignificación, la historización, la desnaturalización de la realidad, de lo que nos venden en la televisión, en la escuela, en las calles, en las propagandas; de lo que repiten los refranes incuestionables del sentido común, los medios de comunicación, la historia oficial. Por eso creemos fundamental preguntarnos nuevamente sobre el sentido del 24 de marzo, sobre la memoria y el olvido, sobre los distintos “usos y abusos” que se han hecho y hacen de la memoria, en distintos contextos y desde distintos sectores de la sociedad. También resulta necesario preguntarse y problematizar sobre la intencionalidad que hay detrás de esos distintos usos, selecciones y ocultamientos, qué efectos han tenido en la construcción de subjetividades, en el sentido común de nuestra sociedad, en el crecimiento o apaciguamiento de las rebeldías, las resistencias, los proyectos de cambio. La dictadura militar que derrocó al gobierno constitucional el 24 de Marzo de 1976, violó sistemáticamente los más elementales derechos humanos, imponiendo el Terrorismo de estado, implementando la Doctrina de Seguridad Nacional y llevó adelante la más feroz represión que conoce nuestra historia. Para imponer, al implementar las primeras políticas-económicas neoliberales, un proyecto económico que arrasó con las conquistas populares y sentó las bases de la exclusión social. Su finalidad fue quebrar las posibilidades de organización y lucha del pueblo, eliminar sistemáticamente la llamada “subversión”, todo proyecto emancipador con ideales revolucionarios y socialistas, en un contexto latinoamericano y mundial de revoluciones y transformaciones. Así se estableció el sistema de la detención-desaparición de personas, que tuvo como víctimas directas a más de treinta mil personas, pero que afectó, no sólo a éstos y sus familias, sino a todo el cuerpo social. Se apuntó a la construcción de una nación “cristiana y occidental” y de una nueva subjetividad guiada por el individualismo, la desconfianza, el disciplinamiento de los cuerpos. Con la luchas de las Madres, de los organismos de DD.HH. y la izquierda argentina, cayeron las leyes de impunidad, que fueron la ley de obediencia debida y punto final. Los sobrevivientes de los centros clandestinos de detención, ex presos políticos y exiliados, con sus testimonios dieron vuelta la “historia oficial”, del “por algo será” que reinaba en el sentido común -pero que siguió reverberando a pesar de las luchas. Los ‘90, era del menemismo, fueron una década de neoliberalismo desenfrenado, de una sociedad insaciable de consumismo, viajes a Miami; de dolarización y uno a uno, de pizza con champagne. Durante ese período se exacerbaron el desempleo y las desigualdades. Olvido, individualismo y consumismo era lo que se respiraba en el sentido común; sentimiento de derrota, en el ánimo de la izquierda. Pero en diciembre de 2001, ante la fuerte crisis socio-económica que había llegado a su climax, se desencadenó una rebelión popular, entre piquetes y cacerolazos. Se produjeron muchos despertares, después de años de frivolidad, de fuerte desigualdad. Proliferaron espacios de construcción popular, asambleas, centros culturales, emprendimientos productivos, espacios de creatividad, de reflexión crítica, de diálogo, de encuentro colectivo. Se comenzó a vislumbrar la idea adormecida de posibilidad de cambiar la realidad, que había quedado abandonada allá por la década de los 60. Con el kirchnerismo se logró una cierta estabilización de la economía, mejoras salariales y de viviendas, se reactivaron programas de asistencia social, concesiones a los trabajadores, subsidios a desocupados, etc. Se elaboró un discurso de los derechos humanos, de saldo histórico por los crímenes cometidos en la última y más sangrienta dictadura militar. Se produjo una apropiación de un ideario vinculado a las luchas de izquierda. Da cuenta de ello la creación del Museo de la Memoria en la ESMA, ex centro de detención clandestino de las Fuerzas Armadas, la implementación del feriado del 24 de Marzo, la obligatoriedad de tratar el tema en las escuelas. Pero cabe preguntarse si estas concesiones y apropiaciones en el plano discursivo y simbólico tienen consistencia y se corresponden con cambios de fondo en las condiciones de explotación. Lo que podemos percibir en los hechos es que existe una continuidad con las políticas económicas capitalistas, seguimos siendo un país agro-exportador dependiente, siguen penetrando las trasnacionales y los capitales extranjeros, no se ha modificado desde sus raíces el modelo de desarrollo capitalista, que destruye la vida y el medio-ambiente. Los índices de pobreza e indigencia continúan siendo un tema preocupante para todas/os las/os argentinos. En los hechos, continúa la impunidad, año tras año se elevan las muertes por gatillo fácil, la criminalización y judicialización de la protesta social, los presos políticos, están vigentes la Ley contravencional, la ley antiterrorista. Y qué decir de la desaparición en democracia Julio López. Consideramos que la reconfiguración sociopolítica que le siguió a la crisis y rebelión de 2001, representa un reestablecimiento de la gobernabilidad burguesa, pues no hubo un proyecto orgánico desde la izquierda para profundizar los cambios a un nivel estructural. Se produjo una re-configuración del Estado, se le dio un barniz progresista, pero no es más que una nueva estrategia de la clase dominante para mantenerse en el poder. Se realizaron cambios pero no de fondo, cambios que no alteraron los fundamentos del capitalismo. Las rebeldías que brotaron en diciembre de 2001 fueron un punto de inflexión que obligó a las clases dominantes a cambiar la fachada para que nadie cambie. Es importante aprovechar los espacios que se abren al debate y la reflexión de temáticas que durante tantos años quedaron silenciadas para la gran mayoría de la sociedad, que ni se asomaban al sentido común general. Sin embargo, tenemos que estar alertas ante los vaciamientos de sentido y las cooptaciones de nuestras banderas, de nuestras luchas, como forma de desarticularlas. Tenemos que saber reconocer los discursos que retoman una memoria hueca, que dejan al pasado en el pasado-pisado, que tapan las relaciones de explotación e injusticias contra las que se luchaban en los 60-70, y que siguen existiendo y oprimiéndonos. Para repensar el caso del Espacio de la ex ESMA, se está armando sin una amplia participación comunitaria que demuestre, consolide y fortalezca una política de la memoria, más aún pensando que allí todavía se conservan pruebas que sirven para investigar las desapasiones de personas, las torturas y las múltiples vejaciones realizada en dictaduras. Debemos ser críticos ante la memoria que selecciona pedacitos del pasado, sin recuperar los verdaderos proyectos de lucha de esos años de guerrilla e ideario socialista, desvinculando el pasado con las luchas del presente y desconociendo la impunidad actual. A su vez, debemos seguir denunciando y luchando abiertamente contra las visiones más reaccionarias y fascistas, de derecha, que volvieron a circular a partir del conflicto del campo, resurgiendo de las cenizas. Como Equipo de educación popular, nos interpelamos continuamente a seguir -desde nuestras prácticas y reflexiones- alimentando una memoria viva que articula el pasado y el presente, denunciando los crímenes de ayer y de hoy; a seguir encendiendo una memoria activa y rebelde que visibilice las tramas del capitalismo que continúan vigentes, las relaciones de explotación, las desigualdades, las discriminaciones, los racismos y machismos. Es desde esa perspectiva, desde esa memoria crítica que, como expresó un grupo de compañer@s en un encuentro de formación, podemos ir “construyendo el pasado-mañana”, junto a los militantes sociales que no han bajado las banderas de la lucha y los jóvenes que buscan en su lectura reconstruir puentes. |
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